
Cuando uno piensa en Zaragoza, suele imaginar la majestuosidad de la Basílica del Pilar, las orillas del Ebro o la historia milenaria que se respira en cada rincón. Pero hay otro aspecto igual de esencial para comprender el alma de la ciudad: su gastronomía. Zaragoza se saborea tanto como se recorre y en la capital maña el tapeo adquiere un papel protagonista.
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Tapas en Zaragoza: una ruta por el sabor en miniatura
El tapeo en Zaragoza es casi una religión. No se trata solo de comer, sino de compartir, de moverse de bar en bar, de saborear pequeñas joyas culinarias que cuentan historias propias. La zona del Tubo como máximo exponente, la Magdalena o el entorno del Mercado Central y el Casco Histótico son el epicentro de esta cultura tan arraigada.
Una de las tapas más icónicas de Zaragoza es el Jamón Batido. Esta combinación aparentemente sencilla —jamón, queso y mayonesa— se convierte en un bocado irresistible. Fue creado en Casa Dominó aunque se ha extendido por toda la ciudad y emblemas del Tubo como Vinos Nicolás, se han convertido en expertos.
También con nombre propio encontramos el Guardia Civil, una tapa con historia y carácter. Sobre una base de pan se colocan sardina rancia o de cubo (picante o no), pepinillo agridulce, tomate y pimiento del piquillo. Una explosión de sabor que tiene su origen en la Taberna El Lince pero que también puedes descubrir en el pintoresco Cuartelillo del Caimán.
En el corazón del Tubo, otro imprescindible: las anchoas de Bodegas Almau. En este clásico bar zaragozano, las anchoas no son solo un aperitivo, sino una experiencia sensorial: intensas, sabrosas y perfectamente presentadas. Con multitud de combinaciones, tradicionales y vanguardistas son una parada obligatoria.
El Caramelo de Carmelo es otro bocado que no puedes pasar por alto. Esta tapa elaborada con Ternasco de Aragón, uno de los productos más emblemáticos de la región, se sirve en el Bar Carmelo. Con ingredientes simples y no por ello menos deliciosos: una base de pan de higo, patatas asadas a lo pobre y coronando el ternasco. Es una muestra de cómo lo sencillo, bien hecho, puede rozar la perfección.
Y hablando de clásicos, no pueden faltar las croquetas, este clásico parece vivir sus mejores días en la capital del Ebro con multitud de propuestas. Cremosas por dentro, crujientes por fuera,
las de Doña Casta, en El Tubo, y las del Bar Entalto, en la Magdalena, han convertido a estos dos locales en auténticos templos para los amantes de este plato tan nuestro.
Otro de los tesoros escondidos en el tapeo zaragozano es la tortilla de patata del Bar El Circo. Esponjosa, sabrosa y con un punto justo de cocción, ha sorprendido incluso a los más puristas de la tortilla.
Y para cerrar esta ruta de tapas, nada como la legendaria tapa de jamón con chorreras de Casa Juanico. Una mezcla rebozada de jamón, queso y huevo que lleva décadas haciendo historia en la ciudad. Un bocado potente, cargado de sabor y muy zaragozano.
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